No hay una derecha democrática en el Perú. Y es una lástima. Es también una señal de estos tiempos a nivel mundial. Derechas canibalizadas por las ultraderechas que han dejado las credenciales democráticas como consecuencia de la bestialización del neoliberalismo. Y en Perú esto se ve claramente.
La derecha ha cedido completamente al golpismo pero no desde ahora. Ya asomaban la patita desde 2016. Primero, la apuesta fue el golpe a través del Congreso. PPK o Vizcarra lo saben bien y, ojo, hablamos de dos presidentes que también son de derechas y que, en el caso de PPK, cedió del todo al golpismo para salvarse. Pero esto no le basta a las derechas bestializadas y antidemocráticas. La corrupción como sello identitario en las derechas y el encuentro de intereses con las mafias las obliga a ajustar las tuercas incluso cuando un presidente es de derecha. Necesitan que no sólo sea ideológicamente de derechas, sin que además sea sumiso al poder. Un pelele. Un presidente fake. Como Boluarte ahora.
Luego de 2016, la derecha golpista volvió a mostrarse en las elecciones de 2021. No sólo durante la campaña, sino después de ella con las apelaciones a un fraude que nunca existió. En ese momento advirtieron que no les bastaba con usar sus propios resortes de poder para llegar a Palacio de Gobierno. Y no porque no lo intentarán. Recordemos a Maricarmen Alva como principal operadora del golpismo desde el Congreso, primero, y a Edwar Málaga (del partido de centro) como el gran alfil del golpismo después. Pasaron muchos meses hasta que ganara el golpismo y para eso tuvieron que variar la estrategia. No basta con echar a un presidente desde nuestros escaños: necesitamos el relato para sostener el poder luego del golpe. Por eso acompañaron este intento institucional con lo siguiente: el lawfare y mediafare contra Castillo.
Esto no hace la presidencia de Pedro Castillo idílica ni exenta de contradicciones, por el contrario, señala la operación que tuvo sobre su presidencia desde el primer minuto más allá de las valoraciones de su gobierno corto. Es aquí que el golpismo peruano (las derechas actuales) se abrió paso gracias al contubernio de poderes y al pacto con Dina Boluarte. Esto es lo que hace a la dictadura ilegítima de origen.
Pero todo golpismo necesita operadores. Y esos operadores deben ocupar todos los poderes. No basta un empresario con ancha billetera, sino varios con empresas poderosas que financien las operaciones antidemocráticas. No basta con un soldado o un policía, sino con los cabezas de estas instituciones. No basta con congresista amigo, sino con un partido mafioso que cuente con bancada. No basta con un abogado en el poder judicial, sino con la fiscal de la nación y su equipo. Y, por supuesto, no basta con un periodista, sino con un lobbista mediático que construya narrativas propagandísticas y se encargue de hacer lobby para que otros periodistas las repliquen y difundan el mensaje que legitime el golpe de cara a la sociedad.
Juan Carlos Tafur es uno de esos lobistas mediáticos del golpe. Un operador político de los poderes. Y no lo digo yo, estimado lector, lo dice él mismo.
«Apoyé a Patricia Benavides, consta en actas, los archivos en la página web de Sudaca, porque consideraba que suponía un cambio en la fiscalía y su participación iba a ser determinante en la caída de Pedro Castillo», dijo Tafur tras el allanamiento a su vivienda en la Operación Valkiria II.