Por Amanda Meza, periodista, directora de laindomita.pe
Que Alberto Fujimori muriera el mismo día que Abimael Guzmán llamó a la suspicacia de muchos que recordaron algunas similitudes en el accionar de ambos que llevaron al país a un estado de terror absoluto. Uno desde el terrorismo en las calles, el otro desde el terrorismo de Estado.
Las coincidencias entre Fujimori y Guzmán no solo están en las acciones impunes, también en un hecho histórico en el que ambos se utilizaron: Las negociaciones de paz después de la captura del cabecilla de Sendero Luminoso, una historia que poco se cuenta y se recuerda.
Primero, empecemos con las similitudes que ambos dejan tras muerte:
- Ni Fujimori ni Guzmán aceptaron sus crímenes.
- La CVR decía de Sendero Luminoso: “…ideología, centrada en una rígida preconcepción del devenir histórico, encerrada en una visión únicamente estratégica de la acción política y, por tanto, reñida con todo valor humanitario”. ¿No se aplica también al fujimorismo? Ustedes, querides lectores, ¿qué opinan?
- Discursos de odio en sus militantes contra quienes no opinen a su favor.
- Sendero Luminoso era una organización opresora que se valió de actas de sujeción a Guzmán, reseña la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Y en el plano fujimorista, recordemos que altos mandos militares firmaron acta de sujeción para respaldar el autogolpe de Fujimori del 5 de abril.
- Crearon organizaciones absolutamente verticales, con castigo a las discrepancias y plena sumisión.
- Ambos querían el indulto. Fujimori lo logró con ayuda del régimen de Dina Boluarte desacatando la orden de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH).
LAS NEGOCIACIONES DE «PAZ«
En este memorex de coincidencias, no debemos dejar de hablar de la lucha antisubversiva que es el coro que repite el fujimorismo para intentar cambiar la verdadera historia: que Fujimori usó la ‘lucha antisubversiva’ para hacerse propaganda y quedarse en el poder.
Un año después de la captura de Guzmán, el gobierno de Fujimori difundió una serie de videos que mostraban a un Abimael Guzmán supuestamente arrepentido, pidiendo al gobierno a que se comprometa a fijar conversaciones de paz.
Dos cartas de Guzmán en la que reconocía a Fujimori como “jefe supremo del Estado peruano” y otra más escrita por la cúpula senderista en la que declaraban su apoyo a la petición de conversaciones de paz.
El momento no pudo ser más preciso. Las cartas salieron a la luz entre setiembre y octubre de 1993. Apenas días antes que se votara el referéndum para una nueva Constitución hecha a la medida de Fujimori por sus aliados en el Congreso.
Obviamente al publicitarse que Abimael Guzmán quería un acuerdo de paz, Fujimori respondió para el show y la audiencia que no, que no negociaba con terroristas (sic), y así ganó votantes para ‘su’ Constitución.
La investigadora Jo-Marie Burt escribe en la revista Debates de Sociología (2006), un artículo con el título: “Jugando a la política con el terror: el caso del Perú de Fujimori”.
Y sobre el acuerdo de paz, señala un dato interesante: “La redacción de las cartas, particularmente la firmada por (Osmán) Morote y otros dirigentes senderistas, solo pudo ocurrir con ayuda logística del régimen fujimorista. Todos los firmantes de las cartas de la cúpula senderista estaban en prisión, pero algunos como Guzmán y su pareja, Elena Iparraguirre, estaban recluidos en la Base Naval del Callao, en tanto que otros como Morote se encontraban en la prisión de alta seguridad de Yanamayo, situada en el remoto altiplano punetio. Se puede deducir entonces que el régimen fujimorista instigó a Guzmán a que propusiese conversaciones de paz”.
Sobre la lucha antiterrorista, Jo-Marie Burt indica que “se elaboró un discurso oficialista y una práctica que buscaba exagerar la amenaza de un rebrote terrorista, sobre todo a partir de 1995, cuando los niveles de violencia habían decrecido notablemente”.
“Fujimori no aprovechó esa oportunidad para consolidar y finalizar el conflicto interno y reestablecer un gobierno democrático en el Perú. Al contrario, junto a sus aliados politizó la guerra contra el terror, para de este modo consolidar su proyecto autoritario y perpetuarse en el poder (…) Se analiza cómo el régimen instigó y luego manipuló el llamado que hizo Abimael Guzmán y otros altos dirigentes senderistas para realizar conversaciones de paz con el gobierno. Esto se convirtió en el caballo de batalla del régimen durante la campaña para la aprobación de una nueva Constitución hecha a la medida de Fujimori, y que permitiera su reelección”.
Muchos ni siquiera recuerdan que Fujimori –con su fiel mellizo Vladimiro Montesinos- hizo un pacto con Abimael Guzmán ya preso. Fujimori relajó condiciones de carcelería de jefe terrorista y de su pareja Elena Iparraguirre e incluso le regaló una torta de cumpleaños, como quedó registrado en un artículo del diario La República y en libros.
Una cita del diario lo resume así: “Como resultado de estos acuerdos, el gobierno de Fujimori y Montesinos, que se proyectaba como inflexible ante el terrorismo, relajó las condiciones carcelarias de Guzmán, le permitieron que conviviera en la Base Naval con Iparraguirre, se les acondicionó una habitación para sus encuentros amatorios, se les permitió mayores visitas, y, por si fuera poco, Fujimori le envió una torta a Iparraguirre por su 46 cumpleaños, el 14 de setiembre de 1993”.
Hoy que Fujimori y Abimael Guzmán han muerto, vale la pena recordar y señalar estos episodios ante el discurso negacionista del movimiento fujimorista. Sobre todo, cuando sigue siendo su caballito de batalla, que “derrotaron al terrorismo”, que “pacificaron” el país.