Laura Arroyo, comunicadora política /Artículo publicado originalmente en El Salmón.
El Régimen del 23 ha desarrollado tres fases en poco más de año y medio en el poder. Estas son: Imposición, normalización y constitucionalización
Fase 1: Imposición
Esta fase la vivimos durante los primeros seis meses del gobierno de Dina Boluarte y el régimen que ella preside, pero no dirige. Una imposición que es reflejo directo de la imposición que el Régimen del 93 hizo del modelo neoliberal. La vía es conocida: violencia. Violencia política, judicial, mediática, policial y militar. El objetivo fue sobrevivir al embate del rechazo popular en forma de estallido en el Perú. Lamentablemente, lograron imponerse y en junio de 2023 dieron un giro en el discurso.
Fase 2: Normalización
El Régimen del 23 inició desde junio de 2023 un proceso de normalización decidida. Para ello solidificó un pacto entre poderes (Pacto de Régimen). Si bien durante la fase de imposición ese pacto fue espontáneo pero igual de necesario, en esta segunda fase es resultado de un análisis político: mantener a Boluarte por ser la pieza útil como cara visible de este pacto, pero a la vez recordándole a quién se debe. La normalización del Régimen del 23 contó con el invaluable apoyo del poder mediático y judicial para cimentarse. Y, si bien, el pacto con el sistema judicial se vio por momentos difícil en tanto las denuncias por corrupción y procesos por violación de derechos humanos empezaban a sumarse contra el gobierno, ante cada crisis los poderes respondieron consiguiendo más beneficios propios (ministerios, leyes o políticas) a cambio de garantizar a Boluarte la impunidad que necesita. De este modo, no sólo se buscó normalizar la barbarie en el Perú, sino que se ha normalizado un método: la subyugación de la figura presidencial a los poderes. En “La Hidra” que nos gobierna, la cabeza presidencial es la que menos poder tiene.
Fase 3: Constitucionalización
Actualmente vivimos la tercera fase del Régimen del 23. Buscan constitucionalizarse, es decir, poner todos los candados que les permitan gobernar aún pese a los resultados electorales. Hay muchas formas de intervenir las elecciones. Si bien los ojos siguen en la cooptación de las instituciones electorales, lo cierto es que no es ese el principal terreno de disputa y los poderes lo saben. Esta tercera fase tiene dos patas concretas: por un lado, la conformación de facto de una Asamblea Constituyente del Régimen y, por otro, en la bestialización como forma válida de hacer política.
Así, tenemos por un lado una Asamblea constituyente que no fue elegida para ello y con la finalidad de constitucionalizar el poder del Régimen del 23 y sus propios intereses individuales. Y, por otro, padecemos la desfachatez absoluta que no sólo nos habla de la impunidad del Régimen, sino también de lo conscientes que son de su debilidad frente al sostenido rechazo popular. Como decíamos al inicio: al estar amenazado, el régimen es más peligroso que nunca. Y por eso no les basta con liberar a Alberto Fujimori, sino que lo encumbran como candidato electoral. No les basta con aprobar una ley de impunidad para criminales de lesa humanidad, sino que nos obligan a pagarle una pensión vitalicia a uno de los íconos de estos crímenes. La bestialización en las formas, discursos, políticas y liderazgos es un rasgo característico de los neofascismos a nivel mundial actualmente. El Régimen del 23, sin duda, a diferencia del del 93 que fue el neoliberalismo en su máxima expresión, es un régimen reaccionario y ultraderechista. Un régimen neofascista dentro de las coordenadas de estas expresiones políticas, económicas y mediáticas en la actualidad.
Lee el análisis completo en El Salmón: https://www.elsalmon.info/post/del-r%C3%A9gimen-del-93-al-r%C3%A9gimen-del-23-las-tres-fases-de-la-dictadura-peruana