Por Amanda Meza
La guerra por la información es cada vez más cruenta. En el Perú, la prensa independiente se enfrenta a una batalla contra la megacorrupción y ese flagelo se aferra con uñas y dientes pase lo que pase. A la corrupción, el país no le importa, le importa lo suyo y su tajada.
Cuando Alberto Fujimori instaló una dictadura se valió de los medios de comunicación para alimentar su imagen y justificar actos como el fujishock, el autogolpe del 5 de abril de 1992, los crímenes de lesa humanidad. Se valió de esa misma prensa para tomar el poder hasta una tercera re-reelección y sus hijos hicieron lo mismo porque aprendieron que el poder político abrazado del poder mediático podía parecer invencible. Lolograron a medias, porque felizmente existe una memoria que no les ha permitido volver a ser gobierno aún.
Hacia el año 2000, a pesar de todo, había un gran sector de la prensa que daba batallas y podía salir a marchar contra la dictadura. Desde entonces a estos tiempos, la prensa tradicional se ha convertido en parte de un gran pulpo de intereses privados y económicos. Se suma el hecho de que exista un monopolio de la prensa que ha mermado la posibilidad de hacer periodismo de investigación, pero que también dificulta las posibilidades de trabajo para muchxs periodistas. ¿Por qué? Porque a quien no identifiquen con su línea editorial, es obvio que no contratarán. Y las/los pocos beneficiados con una contratación -un contrato en este país se ha vuelto un privilegio- muy probablemente apelarán casi inconscientemente a la autocensura para conservar su trabajo.
Así las cosas, desde hace muchos años, no extraña que ahora la megacorrupción despliegue todos sus ataques ante los medios independientes que han surgido en los últimos años y se mantienen con mucho esfuerzo. El caso más grotesco de ataque a la prensa se ve ahora con Gustavo Gorriti, a raíz de las declaraciones e Jaime Villanueva, exasesor de Patricia Benavides. El fujimorismo, sí el mismo responsable del secuestro de Gorriti por lo que Alberto Fujimori recibió condena, aunado con el Partido Aprista, su socio histórico, y los ahora latentes grupos ultraconservadores religiosos que apelan al miedo, a la desinformación y al negacionismo para lograr impunidad; todos esos grupos sin ninguna vergüenza ahora toman el escenario público para amedrentar a un periodista con la cárcel.
Si eso lo vive Gustavo Gorriti, periodista de por lo menos cuatro décadas de trabajo de investigación, qué le puede esperar a la prensa independiente más nueva. El silencio no es ni será posible.
Están en juego varios asuntos en el país que pueden sumirnos en un hoyo más profundo o mantenernos en una crisis permanente. Escenarios muy positivos, no. Las revelaciones de Jaime Villanueva, exasesor de Patricia Benavides, han confirmado que la institucionalidad poco o nada existe. Aunque aún se deben corroborar sus declaraciones, mucho de lo que dice es mucho de lo que ya se especulaba y, como siempre, el poder político está detrás. Ni qué decir del aprofujimorismo. Un segundo punto, es la cercanía del juicio a Keiko Fujimori y su cúpula, un megajuicio sin precedentes, que seguro también adelantará la pre-campaña de las elecciones al 2026. Porque la campaña electoral para el fujimorismo es permanente. El fujimorismo se juega su historia, su futuro, y van a arrasar con una maquinaria feroz. Apenas si estamos viendo una pequeña muestra.
Si hay algo que el periodismo no es, es que no es un oficio para cínicos. De Betos, Butters, Valenzuelas, Pestilencias y otros ya estamos cansados. Afortunadamente, los Alditus quedaron en modo zombies, aunque nunca se sabe. De empresaros como Erasmo Wong que han invertido sus millones para crear un medio como Willax que solo sirve para la desinformación, también deberíamos estar hartxs. De aquellos que espectacularizan la corrupción en bailes sin máscaras para alimento del pueblo que prefiere la anécdota a la lucha frontal contra la corrupción, ya estamos hartas/os. Por eso, sirvan también estas líneas para protestas enérgicamente contra la persecución e intento de criminalizar a la prensa. Y sirvan estas líneas para reafirmar un periodismo contra estos grupos ultraconservadores, neofascistas, que intentan tomar el país.
Nuestro abrazo al periodismo independiente para que juntas/os/es afrontemos la batalla que nos toca. La Indómita está aquí también por la verdad, por la justicia, por el país.