Restituir la firma de Fujimori en la Constitución ¿Por qué?¿Para qué?, escribe Laura Arroyo

por | Ene 8, 2025 | Opinión

La restitución de la firma de Alberto Fujimori en la Constitución del 93 -es decir, SU Constitución– está generando eco en las redes sociales y opiniones de rechazo en una línea cuando menos curiosa. Curiosa porque, entre estas voces, se encuentran algunos de los que habitualmente señalan que una nueva Constitución no es necesaria, no es un tema urgente o, directamente, que no es un tema mayoritario ni convocante. Miremos la foto grande.

Que la Comisión Permanente del Congreso aprobara hace unas horas restituir la firma del dictador en su constitución no merece ni una pizca de sorpresa. De hecho, es el sinceramiento menos revelador. Hablamos de una obviedad. Hablamos del lógico paso de una dictadura que, como comentamos hace meses por aquí, se encuentra en su tercera fase: su constitucionalización. El Régimen del 23 que nos gobierna es perfectamente consciente de que la constitución del 93 es su propia partida de nacimiento pero que no les sirve sólo como carta magna en términos concretos, sino como símbolo. Y el símbolo necesita un sujeto que lo encarne. Ese sujeto es el dictador Alberto Fujimori. Insisto: cero sorpresas. Si acaso genera indignación, lo hace por ser la enésima evidencia de que ese Congreso es ilegítimo y que sigue haciendo y deshaciendo de espaldas a las mayorías y el interés general. Pero, como decía, aquí hay cero sorpresas. Sólo continuidad.

La pregunta más precisa es el “para qué” y esto nos lleva a notar no sólo a la necesidad que tiene el Régimen del 23 de organizarse en torno a un mismo sujeto que hace de paraguas y pegamento de todos los participantes en el Régimen que nos gobierna (desde el poder empresarial de la CONFIEP hasta las FF.AA., pasando por el grupo El Comercio), sino que también existe la necesidad de que ese paraguas no se ciña sólo a un liderazgo, sino a su LEGADO. Esta es la clave.

La Constitución del 93 es el gran legado de Fujimori. De hecho es todo el legado de Fujimori porque todo lo que hizo se encuentra en el proceso de elaboración de esa Carta Magna como en lo que contiene. Su modelo económico impuesto está explícito en cada artículo en el que prevalece la participación de capitales privados en garantizar nuestros “derechos” convirtiéndolos en negocio, así como en la fractura de nuestra soberanía sobre nuestro territorio.

El modelo político que impuso Fujimori, un modelo basado en el autoritarismo y la represión, se encuentra expresado en el momento en que se produce el “diálogo” (valgan las comillas) para establecer esa constitución y en la utilización del discurso del orden versus el terror que dio rienda suelta a múltiples formas de mano dura y violaciones de derechos humanos.

El modelo social que legó se encuentra expresado en las consecuencias de ese neoliberalismo como columna vertebral de toda la Carta Magna que dio como consecuencia no sólo la corrupción como forma de gobierno sino la informalidad como forma de organización vital, así como la ruptura de las relaciones comunitarias en beneficio del individualismo tirano y apolítico. Como vemos, la Constitución del 93 es EL legado de Fujimori.

Y por eso desde el Congreso ilegítimo, en esta fase de constitucionalizar la dictadura del Régimen que integran, saben que necesitan por un lado garantizar que la constitución de Fujimori se perpetúe (y se recrudezca); y, por otro lado, necesitan restituir el liderazgo del exdictador que es un pegamento necesario entre los poderes que integran el Régimen del 23 (la hidra) sobre todo en un contexto preelectoral. Dicho de otro modo: mantener y recrudecer la Constitución del 93 es el gran programa político de todo el bloque del Reigmen del 93. Da igual si presentan más de una candidatura, lo que han hecho hoy es explicitar SU programa de gobierno. Y en eso están todos los poderes de acuerdo.

Esta es la razón por la cual no ha de sorprendernos la decisión, sino más bien ratificar algo que las calles, plazas, asambleas, asociaciones de víctimas y tomas de Lima llevan diciendo desde el inicio del proceso de estallido social: que una Nueva Constitución es necesaria dentro del pliego de demandas donde también se incluye la salida de Boluarte y la del Congreso. Porque frente a SU programa de gobierno compartido la alternativa no es sólo de listas electorales o de liderazgos carismáticos y candidatos posibles. Esa visión electoralista reducida es una derrota porque parte de un diagnóstico limitado (por no decir, errado). Frente a SU proyecto de país y SU programa de gobierno certificado hoy con más rotundidad (aunque lleven mucho evidenciando esto de múltiples formas) sólo es posible OTRO proyecto de país con OTRO programa estructural de transformación de fondo y no superficial donde baste con intercambiar 130 congresistas por otros 130 dejando intacta la arquitectura de poder fujimorista y, por tanto, el proyecto fujimorista expresado en esa Constitución suya.

Esa es la clave de cualquier elección futura pero también de este proceso que ya inició en diciembre de 2022 cuando el golpe de los poderes evidenció lo que estaba en juego: no era la presidencia, era el proyecto de país. Y hoy gobiernan en una dictadura quienes perdieron las elecciones e imponen su proyecto estampando la rúbrica de SU líder de consenso: Alberto Fujimori.

La pregunta que queda es ¿por qué algunos defensores de mantener la Constitución del 93 parecen muy indignados con lo que ha ocurrido hoy cuando es tan lógico como esperable de este Régimen? Porque hay quienes insisten en plantear que se puede separar al dictador Fujimori de su modelo económico y político. Son quienes dicen no querer nada con el fujimorismo, excepto, su modelo económico y su Constitución. Es decir, los que entienden que la democracia se puede definir por sus instituciones y su funcionamiento, y no como una forma de interrelación y ejercicio de poder entre iguales. Los que ponen el acento en los resortes de la democracia pero no en quienes la construyen: la gente. El pueblo. Los que, en definitiva, entienden la democracia como un sistema de lo formal pero excluyen sus dinámicas cotidianas, el ejercicio de poder como eje central de su desarrollo y el componente de clase. La lucha de clases también se expresa entre quienes creen que se puede disociar la política de la economía, una de las trampas mas perversas del neoliberalismo a nivel mundial.

Sirva entonces esta reciente decisión en el Congreso para mirar la foto grande sobre lo que revela de las necesidades de los poderes que integran el Régimen así como para recordarnos dónde se encuentra el adversario. No es sólo el Congreso ni sólo la dictadora en Palacio de Gobierno. Es todo ese Régimen del 23 que vuelve a demostrar, cada vez con más claridad, que tiene un único proyecto compartido y un liderazgo que aún muerto les une porque es el arquitecto cuya obra siguen. Por eso no bastó con sacar a Fujimori ni bastara con sacar a Boluarte. Necesitamos sacar al fujimorismo si queremos una democracia popular y plebeya real. Es decir, necesitamos acabar con su legado. Y su legado siempre ha llevado su firma, sólo que hoy lo han recordado quienes parecían haberlo olvidado o, a lo mejor, convenientemente quisieron olvidarlo para poder defender esa Constitución fujimorista que es hoy, como ayer, indefendible sí se es demócrata y se aboga por la igualdad y los derechos para todos y todas las peruanas.