Por Lucero Chávez Casas
Empezó por una convocatoria en redes sociales. “Hoy es el último día para ser parte de nuestro montaje que sacaremos el #8M con @hierbamalacolectiva”, escribió Ignacia Moraga König, (34), profesora e investigadora de danza, en su cuenta de Instagram, @abayomi_danzas. Mi amiga María Pía me pasó el mensaje. “Quiero bailar en una comparsa para el #8M. Siempre estoy del otro lado, marchando, mirando, tomando videos, pero ahora quiero ser partícipe. Este es mi año. Hay que ir hoy, ¿la haces?”, me dijo.
“Siento lo mismo”, le contesté, prometiendo que estaría a las 8 de la noche en el Metro El Salvador para el ensayo. Soy feminista, hago periodismo con enfoque de género y nunca me pierdo ninguna manifestación ni protesta, pero sentí una cosa rara por dentro. “Yo no bailo”, me dije. “Tengo dos pies izquierdos”.
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El sol abrasa esta mañana de sábado en Santiago de Chile, pero Ignacia Moraga König se mueve con vigor y dominio de escena. Es puro fuego, entrega y energía para liderar la comparsa que la colectiva Hierba Mala ha montado por la Alameda Libertador Bernardo O’Higgins en el centro de la ciudad. Somos alrededor de cincuenta personas, entre mujeres y disidencias, que este 8 de marzo, vibramos al ritmo de los tambores de la percusión.
Ignacia Moraga König, fundadora de la colectiva Hierba Mala lidera la performance del #8M en Santiago de Chile, 2025. (Foto: Lucero Chávez)
Mujeres y disidencias del colectivo Hierba Mala en la performance por el #8M en Santiago de Chile. (Foto: Colectiva Hierba Mala)
Mujeres y disidencias del colectivo Hierba Mala en la performance por el #8M en Santiago de Chile. (Foto: Colectiva Hierba Mala)
Ignacia Moraga König junto a las mujeres y diversidades de la colectiva Hierba Mala en momentos previos a la performance por el #8M en Santiago de Chile, 2025.
(Foto: Lucero Chávez)
La música y danza están inspiradas en el lenguaje de los Blocos Afro, un pueblo afrodescendiente de Salvador de Bahía, marcado históricamente por su lucha y resistencia al proceso de colonización y la modernización. La colectiva Hierba Mala resignifica la ancestralidad de los ritmos y danzas de esta cultura y la adapta a una realidad urbana, dándole un sentido político y de protesta.
“El cuerpo, el arte, la música y la danza son herramientas de expresión que nos permite visibilizar y ampliar las luchas y mensajes feministas”, dice Ignacia Moraga. “Trabajamos con una cultura negra de afro resistencia. Y si bien no buscamos imitar ese lenguaje, al traerlo con respeto y cuidado, podemos utilizar estas danzas llevándolas a las manifestaciones con esa misma fuerza”, señala.
La performance de Hierba Mala se monta en tres cuerpos. Además de la danza, está la percusión en la que retumban bombos y redoblantes, con quiebres claves que marcan los pasos y las secuencias envolventes de la samba reggae merengue, el afro, acompañado por el repique del shekeré. “Hay que darle espacio a las mujeres y disidencias para visibilizarlas en un colectivo”, dice Camila Riquelme o ‘La Cami’, de 29 años, quien lidera la percusión.
“Buscamos un espacio de creación, de respeto a la diversidad, para hablar de las luchas que tenemos. Queremos decirles a las que están este #8M, que no están soles, que tenemos la misma energía que ustedes, que estamos creando algo para emocionarnos en colectivo”.
Camila Riquelme, de blanco, junto a la cuerpa de percusionistas de la colectiva Hierba Mala en la marcha del #8M en Santiago de Chile. (Foto: Lucero Chávez)
Mujeres y disidencias se preparan para la performance de #8M de la colectiva Hierba Mala. (Foto: Lucero Chávez)
Desde el techo de una estación del Transantiago, un grupo de adolescentes se suma a nuestra magia creadora. Nos miran, aplauden y vitorean mientras hacemos el corte del ritmo afoxé. Nos lanzamos de rodillas al piso, movemos el cuerpo entero, tiramos los brazos al aire. Ignacia o ‘La Nacha’ y también ‘Nachita’ comanda el paso cuatro veces, por los cuatro lados de la Alameda. La gente estalla, grita, se expande, se une a nuestra danza.
“El arte es para que nos atraviese”, dice Francisca Copaja Reyes, de 33 años, quien lidera el tercer cuerpo de Hierba Mala, el montaje de figurines de zonas erógenas «Naturaleza Erótica». Las máscaras de ZorRita, una virgen pero no tan santa; Petü, unas manos capaces de dar placer; las bocas que representan lo que decimos y expresamos, Rufina Gata Macaco y Yana; y Chichi, la encarnación de la vulva dentro del universo simbólico de la naturaleza, todas ellas llevan consigo mensajes de la lucha feminista, como el autoplacer en la educación sexual integral, la deconstrucción del género binario y la búsqueda de nuestras desaparecidas.
“A través de estas máscaras, hablamos sobre las disidencias sexuales, la maternidad, pero también sobre el goce, el juego, temas que no podemos decir en lo cotidiano, pero que en la calle, lo expresamos a través de estos personajes reivindicando el erotismo como una fuente de poder”, explica Francisca o ‘La Flan’, como le dicen las compas.
Cuerpo de figurines de la colectiva Hierba Mala en la marcha por el #8M en Santiago de Chile. (Foto: Francisca Copaja)
Francisca Copaja vestida como la figurina de ‘Chichi’ momentos previos a la performance de la colectiva Hierba Mala con motivo del #8M en Santiago de Chile. (Foto: Lucero Chávez)
La manifestación artística en las calles de Santiago es poderosa. Basta ver las performances que Hierba Mala montó durante el Estallido Social, cuando salían con los carteles de los rostros de las víctimas de la represión policial y los perdigones llegaban muy cerca de los cuerpos de las compañeras. Ignacia Moraga ha sabido combinar la cultura de carnaval con la protesta política. Con un pitazo, nos indica que llega el momento de ponernos las capuchas y mostrar la bandera de Palestina.
“Para mí, la danza tiene un sentido social. Por eso, trabajo con la niñez, con mujeres, con adultos mayores, con comunidades que no acceden a ese lugar de placer y de transformación. El carnaval nunca ha sido vacío de contenido”, dice.
En cada movimiento que Ignacia enseña hay un sentido de reivindicación, pero también de goce y de encuentro colectivo. Hemos partido del Cerro Santa Lucía y estamos a pocos metros de llegar a la Moneda, nuestro destino final. Veo a mis compañeras de fila, ‘La Eve’ y ‘La Sara’, quienes me han guiado desde el primer ensayo. “¿Cómo están?”, les digo. Las veo exhaustas pero felices. “Listas para seguir”, me contestan, después de casi 3 horas danzando. Veo al grupo en general. Les admiro. Les abrazo.
Mujeres y disidencias participan de la performance de la colectiva Hierba Mala por el #8M en Santiago de Chile. 2025. (Foto: Colectiva Hierba Mala)
Ignacia Moraga König, fundadora de la colectiva Hierba Mala lidera la performance del #8M en Santiago de Chile, 2025. (Foto: Colectiva Hierba Mala)
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Llegué a la explanada del metro El Salvador muy pasada la hora con unas botas nada aptas para el baile. Vi a un conjunto de mujeres y disidencias moviéndose de forma sincronizada, siendo guiadas por una profesora que daba cada paso con una energía poderosa. El ritmo lo marcaba la zamba de la percusión. Por supuesto, saqué mi celular y me puse a grabar.
Yo no ‘bailo’, es cierto. Pero al observar a estas compañerxs, supe que no debía perderme esta oportunidad. “Parte de mi trabajo es llevar la danza fuera de los lugares elitizados o de las personas que tienen esta virtud, considerando que todos los cuerpos pueden danzar y expresarse a través del movimiento”, dice ‘La Nacha’.
Tarea cumplida. Mi lucha feminista nunca la pasó tan bien.
La colectiva Hierba Mala realiza estas convocatorias todos los años para el #8M y #25N. Si estás en Chile, no te la pierdas.